Gatos y transportín

El transportín forma parte del ajuar esencial de todo gato doméstico. Bien elegido, favorece que visitar al veterinario, viajar o mudarse a otro domicilio sea más seguro y sencillo.

Además, puede facilitar las presentaciones entre tu gato y otros animales recién llegados a casa.

 

Eligiendo transportín

Incluso los transportines de alta calidad son relativamente baratos y, en cualquier caso, es una inversión más que razonable en la seguridad de tu gato y en tu propia tranquilidad.

Busca hasta encontrar aquel que te resulte cómodo de llevar, pero que le aporte al animal confortabilidad y seguridad a la vez que le permite contemplar el mundo. No debe ser ni muy grande, ni muy pequeño. Se trata de encontrar el se adapte a la altura, anchura y largura de nuestro animal, de manera que pueda acostarse y poderse poner en pie cómodamente pero sin que sobre demasiado espacio. Recomiendo, sobre todo, aquellos fabricados en plástico formados por dos piezas unidas con ranuras de ventilación en los laterales y con puerta de rejilla de acero.

Algunos consejos a tener en cuenta a la hora de elegir un buen transportín para tu gato:

  • Es preferible que el transportín esté fabricado en material rígido, ya que protege de impactos y se puede asegurar mejor en el coche.
  • Los de tela o lona se arrugan fácilmente durante el transporte, son inestables al menor movimiento del gato cuando está en los dejamos sobre una superficie y son difíciles de limpiar.
  • No es recomendable elegirlo metálico (tipo jaula) para los transportes ya que el gato puede ponerse mucho más nervioso y rechazarlo al sentirse expuesto a todas las miradas.
  • Tampoco son fiables las cajas o los transportines deshechables fabricados en cartón, que nos pueden sacar de un apuro en un momento concreto, pero pierden resistencia en el primer uso, o en cuanto se mojan. Solo son recomendables para llevar al nuevo gato a casa, si aún no te has hecho con el ajuar completo que va a necesitar.
  • Entre los materiales rígidos, mejor elegir el plástico que aquellos fabricados en mimbre o fibra vegetal, tipo cestería), ya que, a pesar de que estos últimos pueden resultar muy bonitos, tampoco son prácticos en cuanto a limpieza se refiere. Un buen transportín de plástico nos facilita el lavado y desinfección en caso de escapes durante el transporte o la visita al veterinario (que suelen ser frecuentes en gatos miedosos) y favorece la eliminación de olores extraños y de aquellos relacionados con el estrés y el miedo.
  • Entre los modelos de plástico, lo ideal es que la parte superior sea desmontable. Con frecuencia, los gatos se sienten más seguros en el veterinario si se les examina sin sacarles del transportín, retirando esta mitad. También, en algunos casos, resulta de utilidad desmontar el transportín en el proceso de habituación en casa.
  • Por último, y para los que quieran rizar el rizo, es recomendable que, además de la puerta frontal, posean una puerta superior ya que algunos gatos llevan mal ser introducidos de frente, pero se acostumbran rápidamente a entrar por arriba.

Salir de casa… en transportín.

La mayoría de los gatos domésticos no salen casi nunca de casa. Si lo pensamos bien, las salidas a la calle son contadas y, en la mayoría de los casos se reducen a las visitas al veterinario y a los traslados por viaje o por cambio de domicilio.

Tanto unas como otras no suelen resultar del agrado felino y, si no hemos acostumbrado a nuestro gato a refugiarse en su transportín como el lugar seguro que es, en el caso de acudir a la clínica, al verse encerrado y a merced de los movimientos de desplazamiento, el animalito ya anticipa lo que viene después: Un recinto lleno de olores extraños, sobre todo de otros animales estresados, un completo desconocido que lo manipula para terminar pinchándolo…. Etc.

Por regla general, no preguntamos a nuestro gato si está preparado para salir de casa. Simplemente lo introducimos en el transportín y, en el mejor de los casos, va todo el recorrido callado con las pupilas dilatadas y cara de alucinado pero, en el peor de los casos, puede maullar todo el camino, salivar, vomitar y probablemente también termine orinando y defecando de puro miedo.

Para evitar estos malos tragos, lo ideal es anticipar las situaciones y empezar a trabajar con el gato y el transportín desde el momento cero.

 

Habituando al gato a su transportín

Aunque requiere cierta inversión de tiempo, al final es tan sencillo como acostumbrar al gato al transportín como algo positivo. Para ello es recomendable dejarlo instalado en el suelo, abierto y en la zona de descanso de nuestro pequeño felino, para que pueda usarlo a discreción como una camita más. Podemos rociarlo con feromonas para que quede asociado a un entorno familiar y seguro (sobre todo si se acerca la cita veterinaria y vamos a hacer uso de él). En estos casos, es preciso aplicar las feromonas unos días antes.

Lo más probable es que, en un primer momento nuestro gato desconfíe de la extraña caja que hemos colocado pero, al mismo tiempo, la curiosidad innata felina, le llevará a inspeccionar el nuevo elemento en poco tiempo. Lo normal es que se acerque, lo huela y se aleje, varias veces seguidas, hasta asegurarse de que todo está en orden.

Podemos incentivar la aceptación del transportín colocando algunas bolitas de su pienso o mejor aún, algunas chuches para gatos, cerca de la puerta del transportín. El objetivo es conseguir que el gato acepte comer dentro para lo cual, es necesario tener paciencia y repetir el proceso de forma progresiva durante varios días, teniendo la precaución de no agobiar al gato. Cada animal tiene su propio ritmo y, mientras algunos entran de forma confiada a la primera, si nuestro gato ha tenido alguna mala experiencia previa con el transportín, puede tardar días e, incluso, semanas en vencer la desconfianza.

En una segunda fase, cuando el animalito ya entre y salga con soltura de su transportín dentro de casa, acostumbraremos al gato a viajar en coche. Si vamos a salir, es recomendable que el gato no haya comido antes para evitar disgustos.

Una buena medida es disponer de un empapador en el suelo del transportín para recoger posibles escapes y, en muchos casos, una mantita con el olor familiar a casa, proporciona seguridad y tranquilidad a nuestro gato durante los desplazamientos.

Los primeros recorridos deberán ser muy cortos (por ejemplo arrancar el vehículo, recorrer unos metros y aparcar). Es mejor esto que no someter al gato a varias horas de viaje en su primera excusión, sobre todo si es un animal nervioso, porque la experiencia será difícil de olvidar y la simple visión del transportín provocará que ponga pies en polvorosa.

 

En el veterinario…

Las primeras visitas al veterinario deberían estar exentas de excesivas manipulaciones y, especialmente, de pinchazos. Es una forma de conocerse y de relacionar olores con un nuevo territorio hasta ahora desconocido como es la clínica. Podemos acercarnos simplemente a saludar, estar unos pocos minutos y volver a casa.

En las visitas rutinarias, los transportines de plástico de dos piezas desmontables facilitan la exploración del animal y la administración de las vacunas, si necesidad de sacarlo a la fuerza. Suelen quedarse paralizados en el fondo y posibilitan una rápida actuación por parte del veterinario sin añadir más estrés a la situación.

 

Resumiendo…..

Algunos gatos tienen miedo al transportin pues lo relacionan, con razón, a viajes al veterinario y otras salidas no del todo agradables, sobre todo si el transportín permanece guardado fuera del radio de acción felino, hasta el momento de su uso.

Por eso, recomendamos que forme parte del ajuar doméstico del gato, como si se tratase de una habitación o refugio dentro de su habitación. Así, su presencia le resultará más familiar y menos amenazadora cuando sea preciso usarlo.

 

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