Caritas de culpabilidad

Muchas veces cuando nos encontramos un desastre en casa, llamamos al perro y sentenciamos que sabe lo que ha hecho porque nos mira con cara de culpabilidad. Realmente, el perro no tiene ni idea de las razones de nuestro enfado pues su memoria es limitada, pero sabe que algo no va bien e intenta desaparecer o, en su caso, intentar “tranquilizarnos” agachando la cabeza, evitando la mirada y pegándose al suelo.


Si el perro ha hecho algo mal, es porque ha tenido la oportunidad de hacerlo, es decir, porque no hemos estado suficientemente atentos como para evitar el error. Los castigos mal aplicados pueden causar confusión en el perro y reducir su confianza hacia nosotros. No solemos ser buenos administrando el castigo y nos pasamos de la raya o nos quedamos cortos, además de aplicarlo casi siempre a destiempo. El perro no entiende lo que ocurre y se acostumbra a evitar nuestra presencia si nos ve alterados.

Un ejemplo son los cachorros que comen sus propias heces cuando estamos fuera de casa. Si nos paramos a reflexionar entenderemos que quizá hemos reñido en demasiadas ocasiones a nuestro pequeño por encontrar restos en lugares poco adecuados. El perrito hasta los siete meses, más o menos, puede tener despistes pero, si anticipa nuestra cara de disgusto a la llegada a casa, lo más fácil es que haga “desaparecer las pruebas del delito”.

Los destrozos de objetos valiosos son también motivo de disgusto pero, en lugar de enfadarnos es mejor pararnos y reflexionar porqué el perro ha hecho lo que ha hecho. El animal no entiende que las zapatillas viejas que le ofrecimos ayer son juguete pero, en cambio, los carísimos zapatos que olvidamos guardar esta mañana no.

¿Acaso hemos reñido de forma inadecuada frotando el hocico en los lugares sucios? ¿Hemos dejado cosas valiosas a su alcance? ¿Lo hemos dejado en una situación comprometida sin supervisión antes de enseñarle? ¿De quién es realmente la culpa? En educación canina, siempre es más rentable trabajar paso a paso y ganarse al animal a través de la coherencia y el respeto.

Lo que se aprende mediante castigo, difícilmente se generaliza en el sentido deseado. Si riñes al animal por descubrir que ha causado un destrozo en casa, el perro no aprende a dejar de hacerlo, sino que aprende a evitar tu presencia para llevar a cabo su comportamiento. La lección que extrae es que nunca debes estar delante, lo que no impide que lo vuelva a repetir en cualquier otro momento que tú no estés.

Procura facilitar las cosas y ayudar a que el perro acierte, en vez de castigar los errores. Él aprenderá antes y ambos disfrutaréis de la experiencia.

 

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