Planificando la convivencia

Tanto si eres de los que vives con uno o varios perros y un día decides introducir un gato en casa, como si eres más de gatos, pero has pensado en incorporar un perro a la familia… A priori puede parecer una idea genial pero, en ese momento surgen varios interrogantes… ¿Cómo lo hacemos? ¿Lo llevarán bien? ¿Serán capaces de entenderse?

Y la respuesta en todos los casos es una pero muy amplia: DEPENDE

Depende de la edad, del carácter y grado de socialización de cada uno de los protagonistas de esta historia con respecto a la otra especie, del entorno que van a compartir (y no quiere decir que la casa sea más o menos grande sino cómo vamos a repartir el espacio), del tiempo disponible y la paciencia necesaria por parte de la familia durante el tiempo que dure el proceso de adaptación…. Una vez asumido el reto, nos ponemos en marcha y surge la siguiente cuestión ¿Cómo lo hacemos?

Las pautas que se ofrecen a continuación son recomendaciones generales que se deben adaptar a cada situación concreta, teniendo en cuenta las particularidades de cada individuo, de la familia y del entorno.

Cuando llega un gato a una casa de perros

Debemos tener en cuenta que cada caso es diferente y no es lo mismo llevar un gatito de 8 semanas que está en plena etapa de socialización y no tiene miedo a nada, que introducir un gato adulto que puede sentirse inseguro y desubicado en los primeros momentos. A veces el gato es seleccionado y sabemos como ha sido criado y su relación con perros pero, en otros casos, puede tratarse de un animal adoptado en un refugio o incluso rescatado de la calle. En cualquiera de ellos, antes de presentarlo “en sociedad”, debemos asegurarnos de su correcto estado de salud mediante una consulta con nuestro veterinario para descartar parásitos o enfermedades y tratarlas en su caso. Si todo está en orden, podemos pasar al siguiente nivel.

Todos los gatos son territoriales, nocturnos y cazadores. Teniendo esa premisa en cuenta, prepararemos una habitación segura para el nuevo gato, con su propio ajuar compuesto por comedero, bebedero, cajón de arena, rascador y algunos juguetes que estimulen su conducta de caza y exploración. Recomendable, si es posible, preparar este cuarto unos días antes de la llegada del animal de forma que el perro de casa, no asocie el gato a una restricción de acceso. Este cuarto será el territorio del nuevo gato en tanto se acostumbra al nuevo entorno (no olvidemos que los gatos son territoriales). Trasladamos al nuevo inquilino en su transportín hasta ese lugar seguro y le abrimos para permitirle explorar a gusto. Si no quiere salir, no le obligaremos. Ya lo hará cuando se sienta preparado (los gatos son nocturnos además de territoriales así que casi seguro que lo hará cuando todo esté en calma).

El gato deberá permanecer en esa habitación mientras se acostumbra a todas las novedades de su nueva vida (este periodo puede variar de uno o dos días hasta semanas). Durante ese tiempo debemos dedicar un tiempo suficiente al animal para asegurarnos que come y empieza a explorar la habitación e incluso siente deseos de salir fuera a seguir explorando. No debemos olvidar mantener nuestras rutinas habituales también con nuestro perro en cuanto a paseos, entrenamiento, juego, descanso… El periodo de aislamiento permite al gato a familiarizarse con el olor a perro, y a nuestro perro con el olor del recién llegado a través de nosotros y sin enfrentarse directamente.

Cuando el gato se mueva cómodamente por toda la estancia y quiera seguir explorando el exterior, es el momento de iniciar presentaciones. Para ese momento, si el perro no ha convivido anteriormente con gatos y desconocemos su posible reacción, es recomendable llevarlo controlado mediante su correa a la hora del encuentro. Para evitar accidentes es importante preparar zonas elevadas (estanterías o rascadores) donde pueda refugiarse el gato y, por supuesto, en ningún caso es recomendable cogerlo en brazos para enseñárselo al perro, ya que si se pone nervioso puede arañar en un intento desesperado de huir.

El perro se moverá con nosotros suelto o con la correa puesta (depende de su carácter y reacciones) y el gato puede permanecer seguro dentro de su transportín o encima de una estantería. Permitiremos que se conozcan a distancia. Los gatitos y gatos jóvenes pueden ser muy valientes y tratar de ir muy rápido. En cualquier caso, empezaremos con el perro a distancia y lo acercaremos poco a poco según veamos cómo reacciona el gato. Dejaremos que el perro olfatee al recién llegado si quiere y el otro se lo permite pero, si cualquiera de ellos empieza a alterarse, daremos por terminada la sesión, cerraremos de nuevo al gato en su habitación y les dejaremos descansar. En estos procesos y dependiendo de los gustos de nuestro perro, se puede usar premios de comida como refuerzo durante los acercamiento aunque en la mayoría de los casos, están tan entretenidos que solo los admiten al final de cada sesión. Una o dos veces al día suele ser suficiente pero en otros casos, pueden ser más. El tiempo lo marcan ellos.

En los siguientes encuentros, podemos dejar que el gato esté libre por zonas más amplias de la casa donde tenga lugares altos donde subirse y sentirse más seguro. Permitiremos que el gato entre y salga de su zona segura y dejaremos que decida cómo quiere relacionarse con el perro siempre que no haya mal rollo.

Si bien hay perros y gatos, que viven en una continua y tensa tregua, hay muchos otros que se convierten en excelentes amigos. Es muy importante supervisar los encuentros entre el perro y el gato durante las primeras semanas, incluso los primeros meses así como no dejarlos juntos y solos sin supervisión, aunque ya se conozcan, durante ese periodo. Antes de dar ese último paso, debemos estar totalmente seguros de las reacciones de cada uno de ellos ante diferentes situaciones como hambre, juego….

Cuando llega un perro a una casa de gatos

Al igual que ocurre con los gatos, no es lo mismo un cachorro de dos meses y medio que un perro adulto, depende la raza (grande o pequeña) y, por supuesto, también influye el carácter así como el grado de socialización y experiencias previas que haya podido tener el perro antes de llegar a este punto. En cualquier caso, cuando decidimos introducir un perro en el mundo particular de nuestro gato, debemos tomarnos un tiempo para preparar la estrategia pues hay un montón de enseres gatunos que llamarán poderosamente la atención del recién llegado.

Revisaremos la ubicación de comederos y bebederos felinos. La comida de gatos es irresistible para la mayoría de los perros por su alto contenido en proteína y grasa. Es recomendable situar los platos en un lugar elevado, lejos de alcance del perro y donde el gato pueda alimentarse sin que lo molesten.

También debemos asegurarnos de disponer de un arenero a prueba de perros ya que muchos se sienten irremediablemente atraídos por su contenido. Un cajón con tapa o cubierta puede ser la solución aunque, no sirve para todos pues, los cachorros o perros de tamaño mini, podrían acceder. En estos casos, podemos poner barreras para bebés en la puerta de la estancia donde esté situado el arenero, de forma que el gato pueda saltar pero no así el perro.

Una vez que el perro está en casa, delimitaremos un lugar seguro para él (habitación, parque de cachorros… ) donde tendrá su zona de descanso. Tanto si el gato no se siente muy seguro con la presencia del perro, como si se dedica a invadirlo sistemáticamente, podemos plantear la opción de crear espacios diferentes para cada uno mientras dura el proceso, donde puedan aislarse el uno del otro. En las presentaciones, el gato puede estar en su zona segura elevada mientras el perro se mueve con nosotros controlado mediante correa mientras supervisamos reacciones. Si el perro es aún un cachorro o un perro sociable y juguetón puede resultar viable obviar la correa y crear situaciones divertidas a través de mini sesiones de juego o entrenamiento donde el perro esté focalizado a nosotros y una tarea concreta con su correspondiente recompensa, mientras el gato “estudia” desde un lugar seguro (y generalmente elevado) al nuevo inquilino. En estos casos, el dicho popular “la curiosidad mató al gato” trabaja a nuestro favor pues son pocos los felinos que se resisten a participar del juego. Una o dos sesiones de interacción al día suele ser suficientes pero en otros casos, pueden ser más. El tiempo, nuevamente, lo marcan ellos.

Afortunadamente, los gatos suelen amoldarse muy pronto siempre y cuando respetemos su territorio y sus rutinas y en la mayoría de las ocasiones, la cosa sale tan bien que se convierten en compañeros e, incluso, buenos amigos. Es muy importante, sin embargo, supervisar los encuentros durante las primeras semanas. Antes de dejarlos solos sin supervisión, debemos estar totalmente seguros de las reacciones de cada uno de ellos ante diferentes situaciones y estímulos.

No obstante y a pesar de todos los esfuerzos, no debemos perder de vista que estamos ante seres vivos y en ocasiones la convivencia puede resultar complicada por lo que, llegados a un determinado punto muerto, es necesario solicitar ayuda profesional para poder avanzar.

Feliz convivencia!!!

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