La sonrisa de la correa

Los perros son capaces de interpretar nuestro nivel de tensión en la mera forma de manejar la correa.

Al mantenerla tirante, elevas el nivel de estrés, frustración y excitación de tu perro, que de forma inconsciente, se puede sentir empujado a ejercer la misma fuerza (pero en sentido contrario), esto es, tirando. Sucede mucho cuando nos anticipamos a las situaciones más cotidianas, restringiendo el recorrido de la correa, en previsión de que empiece a tirar cuando se acerca otro perro o persona y no estamos seguros de la reacción de nuestro perro. En ese mismo momento, comienza una lucha por ver quién tira más.

Si nos fijamos en nuestro lenguaje corporal, nuestro brazo estará tenso y recogido y cualquier tirón por parte del perro nos hará mucho más daño. Al mantener la cuerda tensa le envías a tu perro el mensaje de que estás tenso, nervioso, alerta, listo para enfrentarte a algo o huir y tu perro responde de la misma forma.

Además, si lo piensas un momento, no debe resultar demasiado agradable para tu perro que tires de la correa constantemente, manteniéndolo en estado alerta.

 

Cuando la correa se convierte en trampa

Todos tenemos un espacio que entendemos como propio, personal e infranqueable. Es nuestra distancia de seguridad con respecto al resto del mundo. En función del aprendizaje o de nuestras experiencias, ese espacio será menor o mayor. También variará cuando nos sentimos cómodos con lo que tenemos delante, sea persona, animal u objeto. En los animales sucede más o menos igual, con la diferencia que, en la mayoría de las ocasiones nuestro perro no puede poner más espacio entre él y el estímulo incómodo, puesto que está unido a nosotros por una correa que limita sus movimientos.

Despreciar las señales de aviso que nos lanza nuestro perro en esos momentos, es irresponsable por nuestra parte y puede llegar a ser incluso peligroso. Un animal que se siente amenazado puede reaccionar huyendo (pero en este caso no puede), escondiéndose (detrás de nosotros), amenazando mediante ladridos o gruñidos ó incluso atacando a aquello ante lo que se siente vulnerable.

 

 

Para un perro, caminar atado a una correa es algo muy poco o nada natural, No obstante, es necesario por la seguridad del perro, en primer lugar y por las normas de los diferentes municipios, en segundo.

Que la correa vaya sin tensión no quiere decir que el perro haga lo que quiera. Debemos aprender a manejar correctamente este elemento de comunicación para que él aprenda a disfrutar de los paseos y ganándose el derecho a más metros de recorrido, para olisquear o interactúar. Es más probable que un perro caminando con una correa en tensión, ladre o reaccione de forma exagerada incluso en las situaciones sociales más leves. Pero también es cierto que un perro que sabe caminar sin tensión, se comporte de forma más tranquila y relajada.

En un paseo la correa debería estar, en todo momento, sin tensión, formando una U. Esto es imposible con una correa corta, por lo que la distancia mínima de la correa debería ser de metro y medio.

Aunque no lo creas, la correa debe ser un elemento de comunicación agradable (salimos al parque, damos un paseo, conocemos nuevos lugares, llegas a sitios que te gustan). Sin darnos cuenta, se transfiere una gran cantidad de energía a través de ella. Al trabajar con la correa sin tensión, le haces saber a tu perro que todo está bien, que no hay motivo para sentirse preocupado. Con la cuerda suelta, le transmites a tu perro que estás calmado, que tienes todo bajo control y así él puede sentirse libre de estar calmado también.

No es sencillo de dominar pero tampoco es imposible y merece la pena que la correa refleje una bonita sonrisa cuando caminas con tu perro, pues es muestra de buena relación, complicidad y apoyo.

 

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