Gatos gordos

Un gato gordito no es sinónimo de que sea feliz. Es un animal que, a la larga, puede acumular problemas de salud más o menos graves, unidos a una menor calidad y esperanza de vida. En este punto, como propietarios de un animal con sobrepeso, debemos ser realistas, plantearnos la situación y tomar las medidas más adecuadas para ayudarle a recuperar la vitalidad.

En esencia, un gato tiene exceso de peso siempre que esté por encima de su peso ideal y se considera que está obeso, cuando la acumulación de grasa corporal impide la actividad normal o compromete cualquiera de sus funciones vitales.

En términos numéricos, un gato tiene sobrepeso, cuando su peso supera en un 15% a su peso ideal, y se convierte en obeso cuando está por encima del 30%.

 

¿Cómo se convierten en gatos gordos?

La obesidad es la acumulación excesiva de grasa en los tejidos adiposos. Es decir, el gato, consume más calorías de las que realmente gasta y este exceso de energía se almacena en forma de grasa.

El exceso de peso dificulta la capacidad locomotora, la función cardiovascular y la tolerancia al ejercicio físico y al calor. La grasa acumulada puede llegar a presionar el diafragma del animal comprometiendo la capacidad respiratoria.
En ese punto, el animal gordo, entra en un círculo vicioso pues cuanto más sobrepeso tiene, menos se mueve y más sigue engordando.

 

¿Por qué se ponen gordos?

Las causas que conducen a la obesidad, se pueden resumir en cuatro grandes grupos: Aumento del consumo de calorías, disminución del consumo de energía, predisposición genética y problemas endocrinos. Antes de cualquier programa de pérdida de peso, es importante contar con el asesoramiento veterinario para descartar enfermedades y determinar el estado general del animal. Nosotros como propietarios, podemos influir sobre las dos primeras categorías.

A) Alimentación:

El gato es un animal acostumbrado a ingerir su ración diaria en numerosas pequeñas tomas, es decir, va al comedero, come unos pocos granos y se retira. Es su comportamiento normal.

En ocasiones, pensamos que a nuestro gato no le gusta la comida que le ofrecemos y, cambiamos de pienso continuamente provocando una ligera descompensación que el gato, traduce comiendo más, durante los primeros días. Si seguimos cambiando de piensos, es fácil que nuestro gato esté consumiendo más energía de la que realmente necesita.

Otro error común es ofrecer un pienso por encima de las exigencias de nuestro gato. Por ejemplo, los piensos para cachorros son muy energéticos y adaptados para el crecimiento pero pueden ser poco recomendables cuando nuestro gato empieza a coger peso.

 

B) Hábitos

Otros factores que pueden favorecer la obesidad son la esterilización, la vida en interior, la falta de ejercicio, los “caprichos” en la alimentación, o, incluso, algunos trastornos de la conducta como el estrés. Un gato que no tiene nada que hacer, tiende a llenar su tiempo comiendo y durmiendo. Al no quemar calorías, estas se acumulan y se fomenta el problema.

Sin embargo, quizá la causa fundamental que fomenta la obesidad del gato, es el aburrimiento y la falta de estímulos, acostumbrado a una vida dentro de casa, sedentario, con poco ejercicio y, por tanto, unido a una menor actividad metabólica que favorece la acumulación de grasa.

El sobrepeso tiene consecuencias nefastas pues favorece la aparición de problemas articulares, alteraciones respiratorias, problemas cardíacos por incremento del trabajo que debe efectuar el corazón, problemas hepáticos como resultado de un hígado graso, diabetes, problemas dermatológicos, etc. así que es importante actuar cuanto antes.

 

¿Cómo sabemos que nuestro gato está gordo?

La obesidad se identifica a simple vista. Un animal normal presenta las costillas palpables y forma de reloj de arena si lo miramos desde arriba. En un gato gordo, no se palpan las costillas ni las prominencias óseas. La grasa se acumula en tronco, barriga y pecho y, en el gato, se hace aún más evidente el sobrepeso en la parte baja del abdomen (la barriga colgante).

En la vista del animal desde arriba, comprobamos que no hay “reloj de arena” pues la cintura ha desaparecido.

El veterinario nos puede ayudar en este punto, a determinar el estado real de nuestro gato. La obesidad en términos clínicos se evalúa de acuerdo con el índice de condición corporal (ICC) donde se adjudica al animal un número de una escala según un examen visual y táctil. Por ejemplo, en una escala de 1 a 5, 4 sería sobrepeso y 5, obesidad.

 

¿Qué podemos hacer?

El fundamento de un buen programa para reducir peso, se basa en el control de la ingesta de calorías y el aumento del gasto energético.

La dieta deberá escogerse en función del tamaño del animal (no es lo mismo un gato grande tipo Maine Coon, que uno más menudo) y deberá adaptarse al estado físico, antecedentes, peso de partida y al peso ideal de ese individuo en concreto.

Actualmente existen numerosas dietas comerciales que aúnan equilibrio nutricional con un menor aporte de calorías.

El éxito a largo plazo de un programa de pérdida de peso, está unida a la participación del propietario en la puesta en marcha de un programa de ejercicio diario.

 

Tipos de dietas

En el mercado podemos encontrar diferentes opciones destinadas a conseguir que el gato pierda peso:

Alimentos de baja densidad energética con un reducido porcentaje de grasas y un aumento de fibra y agua. Estudios recientes, demuestran que una dieta húmeda puede ser especialmente útil para reducir la obesidad pues el agua ayuda a conseguir sensación de saciedad. Además es más fácil controlar las raciones en este tipo de alimentos que en la presentación seca aunque por el contrario, el coste económico es algo mayor.

Se busca reducir calorías, no nutrientes. Por ello, hay que escoger una dieta que tenga una mayor concentración de proteínas ya que evitan la pérdida de masa muscular, unida tradicionalmente a las pérdidas drásticas de peso. Se busca perder grasa y no músculo.

Algunos productos contienen L-Carnitina, un compuesto que favorece la movilización de las grasas como fuente de energía.

 

Enseñando al gato a comer…

Tan importante como el alimento, es cómo se lo ofrecemos y una opción interesante son los juguetes interactivos que dispensan comida ya que incentivan el instinto natural de la caza y fomentan el ejercicio.

Es fácil que, de primeras, el gato no tenga ganas de entrar en el juego, pues lleva demasiado tiempo acomodado en una vida sin retos. Lo importante es animarle a usar este tipo de dispositivos que, se pueden convertir en sus comederos definitivos para toda la vida.

Otra opción es repartir la ración en pequeñas raciones por el territorio del gato, de manera que animamos al animalito a moverse y explorar.

 

Siempre es mejor prevenir que curar.

Como sucede con cualquier situación, la prevención es la mejor solución para evitar un problema. En la obesidad sucede lo mismo. Un gatito con sobrepeso u obeso, tiene todas las papeletas para ser un adulto con el mismo problema.

En cambio, un gatito correctamente alimentado antes de llegar a su etapa adulta, que esté en su peso adecuado, tendrá menos riesgos de padecer este tipo de problema en su edad adulta y senior.

Cuando ya tenemos el problema encima, la cosa se complica un poco. Una vez que el animal ha cogido kilos de más, el perder peso a veces se convierte en una tarea difícil, al igual que ocurre en las personas. Esta dificultad aumenta si ha alcanzado la edad adulta.

En todo este proceso, es fundamental la implicación del propietario. No valen las excusas. Si estamos convencidos del problema que sufre nuestro gato, y si seguimos las pautas adecuadas, podemos estar seguros de que nuestro animal además de recuperar la línea, recuperará algo mucho más importante que es su salud.

 

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