En el día a día, nuestros perros van aprendiendo a «leer» las señales que consciente o inconscientemente reciben de nosotros y aprenden a interpretar la información que les llega, para actuar en consecuencia.
Nos mira si tenemos algo interesante (juguete o comida) pero pasa de nosotros cuando no llevamos nada. Os suena??? Y lo mismo no nos mira ni a la cara porque está mirando la mano que sostiene aquello que quiere, intentando adivinar qué tiene que hacer para lograrlo. Y así tenemos perros que sin escuchar, se lanzan a ofrecer todo aquello que han ido aprendiendo por el camino (sienta, tumba, patita, vuelta…) a ver en cual aciertan y GANAN.
O esos perros invasivos que exigen mimos a todas horas, que van dando topetazos, meten la cabeza bajo el brazo o se ponen encima porque es una forma de obtener atención (que además reciben) pero luego no se dejan tocar si necesitas revisarle el pelo para ver si tiene algo, no te miran a la cara cuando les hablas, ni vienen cuando les llamas. Os suena??? Las caricias han llegado «gratis» sin criterio y se han generalizado de forma inconsciente por parte del humano, pero el perro ha aprendido a utilizarlas como un refuerzo emocional cuando lo necesita (esto da para otra reflexión).
Y muchas más situaciones que seguro que tenéis en mente. Le pides una cosa y hace otra que le resulta más fácil. O simplemente, se aleja a hacer cualquier otra porque requiere menos esfuerzo.
Y tu perro no es tonto pero, los humanos a veces perdemos de vista que nuestro perro está estudiándonos 24 horas y leyendo toda la información que recibe (buena o no). Y ahí es donde entra el hacer cosas con tu perro (lo que hablaba el otro día en otro post) porque el objetivo de entrenar con tu perro no es que haga mil cosas, sino que ESCUCHE, ENTIENDA Y ATIENDA justo aquello que necesitas que haga en una situación concreta. Esa ESCUCHA ACTIVA es el punto de EQUILIBRIO y estabilidad para perro y guía.
Cuando entrenamos con nuestro perro, ambos estamos aprendiendo a la vez. Nuestro tono de voz, nuestro lenguaje corporal y habilidades, marcan la diferencia para que el animal tenga claro que le estamos pidiendo. Si la mano del guía se mueve de forma errática, es fácil que la cabeza del perro haga lo mismo . Si le repetimos lo mismo mil veces sin revisar porqué no llega el mensaje, que no nos extrañe que el perro interprete que, por ejemplo, sentarse es la acción que acompaña a nuestro «sitsitsitsit….»
Por eso, EL GUÍA DEBE APRENDER a usar la voz y el lenguaje gestual para conectar con su perro y saber moverse con seguridad para no ofrecer información errónea al animal y de esa forma, el refuerzo ya no es inconsciente y estamos trabajando en equipo.