Responsabilidad compartida

En esto de tener un perro, tan importante es que el animal aprenda a ser educado como que tú te conviertas en su mejor guía y aprendas a enseñarlo de la manera más correcta y disfrutando del proceso


Educando perros y propietarios….

Educar es cosa de dos: el que enseña y el que aprende. Y en el mundo canino, en ocasiones, los roles se tornan y el humano se convierte en aprendiz. Seguro que no os suena rara la situación por la cual, dentro de la misma unidad familiar, el perro se porta mejor con una persona que con otra. Se nota buen rollo, la complicidad y se entienden casi sin hablar. Por eso, cada propietario debe aprender a guiar a su perro, a sacarle partido a todo su potencial y a disfrutar juntos. En caso contrario la relación difícilmente llegará a funcionar.

Cuando pasas mucho tiempo entre perros, aprendes a observar, a abrir la mente y a comprender su lenguaje para poder ayudarle. Los perros no son ajenos a ello y, si notan que eres capaz de leerles, se convierten en guías perfectos y en alumnos aventajados.

En la relación entre perro-guía, no se puede cargar la responsabilidad de todo lo que ocurre únicamente en el perro. No se le puede pedir que haga (o que no haga), algo que no le hayamos enseñado previamente y cuya respuesta se haya fijado de forma coherente. Sería como tratar de echarle la culpa de algo que no nos sale bien, simplemente porque estaba al lado.

Paradójicamente, resulta cuando menos sorprendente que, en nuestro país, en el que cada vez hay más perros, no se fomente la necesidad de tener perros educados en nuestras calles, lo cual pasa por humanos concienciados y dispuestos a invertir tiempo y esfuerzo en aprender lo básico.

Así, no debe extrañarnos que los propietarios de animales incluidos en la categoría «ppp», no estén obligados a saber guiar a su perro. La obligación «sólo» abarca la necesidad de tener un historial limpio y suscribir un seguro de responsabilidad civil para cubrir posibles daños en vez de prevenirlos.

Las etiquetas, muchas veces limitan las oportunidades de estos perros que, como cualquier otro de su especie, necesitan comprender y relacionarse con el entorno, con personas y otros perros. Dada la fuerza y envergadura de estas razas y sus cruces, es muy importante trabajar el foco y autocontrol y se hace imprescindible sentar unas buenas bases en la relación entre guía y perro, basadas en el conocimiento del animal y en la forma más adecuada de trabajar con él, para ayudarlo, en caso necesario, a gestionar de forma correcta y segura, todo tipo de situaciones.

Tampoco debe sorprendernos que, independientemente de la raza, los perros que no han sido correctamente enseñados, eliminen en cualquier lugar y que sus propietarios miren a otro lado. La necesidad fisiológica existe y no es culpa del animal no poder recoger sus propios excrementos….

 

Propietarios responsables. Los primeros momentos…

Tan importante es desear tener perro, cómo evaluar nuestra capacidad para hacernos cargo de todo lo que implica: Además de alimentación y cuidados veterinarios, todo lo relativo a vivir en sociedad como enseñarle a pasear, a comportarse de manera adecuada en espacios públicos…, a saber estar, en definitiva.

Elegir el compañero más adecuado a nuestro estilo de vida resulta fundamental y hemos hablado en anteriores artículos sobre ello. Sin entrar al tema y, simplemente, por poner un ejemplo, no conviene elegir un perro muy activo, si somos más de sofá y manta. Sería una relación condenada al fracaso casi desde el principio.

Nos encontramos muchas veces propietarios que han tirado la toalla en la educación con su perro, tras intentar «dos o tres veces» sin resultado visible. Lo cierto es que somos exigentes e impacientes y es una mala combinación, sobre todo, cuando tratamos de enseñar y construir buenos hábitos en nuestro perro. La clave es conocimiento, paciencia, coherencia y constancia.

Nos fijamos mucho más en los fallos que en los aciertos cuando, en realidad, lo que nos interesa es fijar cosas buenas, informando de esos aciertos. El «NO» sale fácil pero ¿Cuántas veces refuerzas o felicitas a tu perro cuando hace algo bien?. Damos por hecho lo que tienen que hacer cuando, en realidad, el perro quizá no lo tenga igual de claro, básicamente, porque no lo hemos entrenado suficientemente. Es decir debemos entrenarnos nosotros en ver todo (lo bueno y lo menos bueno) para trabajar a partir de ahí.

Aprender las pautas más básicas como pasear sin tensión, llamarlo de forma efectiva y ciertas habilidades básicas, puede ser un trabajo relativamente fácil si tienes mucho empeño o te pones pronto en manos de un buen educador profesional, que te ayude a conocer a tu animal y su naturaleza, sus necesidades y, sobre todo, a ser consciente de tu propio lenguaje corporal frente a tu perro.

 

Aprender de ser divertido para los dos

Aprender puede y debe ser un juego para tu perro, pues educarlo significa algo más que tú des órdenes y que él te obedezca. Básicamente porque, de entrada, no van a comprender tus palabras; Los perros son más visuales que nosotros y comprenden mejor los gestos, es decir, nuestro lenguaje corporal. A eso, hay que añadir coherencia y buena disposición a la hora de compartir ese tiempo con el animal. A nadie le gusta que le griten cuando le piden las cosas y a los perros menos, pues tienen mejor oído que las personas.

Al igual que con los niños, empieza por tareas fáciles y ve incrementando el esfuerzo que debe realizar el animal. A nadie se le ocurre que un niño de 3 años sea capaz de estar sentado y atento durante periodos largos de tiempo… Se trata de variar actividades, dando orden y sentido para que se conviertan en rutinas agradables y aceptables.

Nunca des por hecho que tu perro no va a ser capaz de hacer algo (los perros nos sorprenden continuamente) pero adáptate a las posibilidades de tu animal y, sobre todo, nunca pienses que es tarea imposible. Dale la vuelta, cambia el punto de vista…. Hazlo fácil para ambos. Quizá debas pedir ayuda, pero no te rindas. Como guía y responsable del animal es tu obligación ser una buena referencia para tu perro y velar para que sepa comportarse correctamente en sociedad frente a otras personas y/o animales.

 

Paseando con la correa….., sin tensión para ninguno

En los parques siempre hay personas que van arrastradas, sistemáticamente, por sus perros, y otras, las menos, que tienen perros que se quedan siempre por detrás, clavados al suelo sin querer dar un paso más. El paseo se convierte casi en una castigo y ninguno disfruta de él.

Los perros no tiran porque sean más o menos cabezotas y, bajo el prisma canino, tienen diferentes razones de peso para hacerlo: Entusiasmo por llegar al parque, seguir un rastro, querer llevar a su propietario a distintos lugares, inseguridad, llegar a sitios de confianza lo antes posible… Algunos tiran por tirar: la presión del collar invita a ello, y al final todo se convierte en una batalla de fuerza, por la simple razón, en primer lugar, de que el perro lleva una correa puesta.

El lenguaje corporal del guía influye y mucho. Si los brazos van en tensión, sujetando fuertemente la correa y ejerciendo presión sobre el animal, es mucho más fácil que el perro, intente zafarse de esa sensación y, que por tanto, vaya tirando continuamente con el consiguiente dolor de brazos de la persona que lo lleva en cada tirón brusco.
Si el paseo es una tortura, la relación se resiente pues nadie quiere pasar malos ratos de forma consciente así que, ponte manos a la obra lo antes posible si este es tu caso y busca ayuda, si es preciso.

Si empezamos a practicar desde casa, aprendemos a usar el material correcto para el paseo, a llevar los brazos relajados y a jugar con las distancias de la correa para darle más o menos espacio al animal en función de las circunstancias, el paseo se hará mucho más agradable para ambos.

 

Cuando le llamas y no te hace ni caso…… o quizá si

En demasiadas ocasiones, nos enfadamos la primera con nuestro perro porque pensamos que no hace caso, se muestra desobediente y no atiende a aquello que le pedimos. Le tildamos de cabezota y testarudo pero, es posible que no toda la culpa sea suya.

En esos casos debemos pararnos un momento y pensar que quizá nuestro perro no entiende lo que le estamos diciendo o que lo estamos comunicando mal. Tenemos la costumbre de hablar y hablar, cometiendo el error de creer que comprende todo lo que les decimos.

Muchas veces, llamamos a nuestro perro en la distancia, para que vuelva a nuestro lado sin indicarle claramente qué esperamos de él. Solemos repetir su nombre y el perro, incluso nos mira esperando algo más… La respuesta lógica de todo perro al oír su nombre será girarse para averiguar qué queremos de él. La pena es que muchas veces se nos olvida decírselo y los perros, al igual que nos ocurre a nosotros, no saben leer nuestras mentes. No vale decir “Luna”, “Luna” diez veces si realmente no le estamos informando de lo que queremos, que en realidad es “Luna ven”.

Llámalo una vez y espera. Nos solemos impacientar en cuanto no acude inmediatamente. Cuenta hasta 10 antes de volver a llamarlo. En estos casos, es bueno acompañarse de una voz alegre y del lenguaje gestual pues los perros son mucho más visuales que nosotros. No pasa nada por agacharnos o movernos, animando al perro, cuando estamos empezando, para hacer aún más atractiva la actividad.

Otro error común es utilizar diferentes palabras para un mismo fin: Ven, vamos, aquí, que te he dicho que vengas…. Con lo que terminamos confundiendo cada vez más a nuestro perro al tiempo que nosotros nos vamos enfadando progresivamente ante su desobediencia. El resultado suele ser que el perro aún tarda más en venir porque nota que estamos alterados y cuando lo hace, lo suele hacer mostrando señales de calma para intentar tranquilizarnos (se lame, viene agachado y despacito, gira la cabeza….) señales que nosotros confundimos con arrepentimiento por parte del perro por haberse portado mal. La comunicación ente perro y propietario es vital y debemos cuidarla. Muchas veces se rompe por culpa nuestra por no haber puesto el empeño suficiente en ser concretos y coherentes.

Durante el paseo, llámalo varias veces (sin abusar) y prémialo cada vez que acuda. Cógele del collar de vez en cuando y vuelve a liberarlo inmediatamente para que siga jugando. Si solo lo llamamos cuando nos volvemos a casa, enseguida aprenderá que nuestra llamada significa fin de la diversión y cada vez remoloneará más ante nuestras demandas. Si cada vez que regresa a nuestro lado, dejamos que pase de largo sin que exista contacto físico, será difícil agarrarlo en caso necesario pues habrá aprendido a zafarse y lo considerará un juego más.

 

Emociones contagiosas

Que un perro gruña en una situación determinada, no quiere decir que necesariamente sea agresivo. Simplemente, muestra su desagrado ante ese estímulo y nos da la oportunidad de “intervenir” a su favor, retirándonos si hace falta. Es frecuente ver a personas corregir a su perro cuando empieza a gruñir ante algún estímulo que le asusta o pone nervioso. Puede suceder cuando un desconocido se abalanza sobre el perro, con intención de acariciarlo (el perro no sabe que solo lo quieren acariciar y lo puede interpretar como una agresión, sobre todo si es un animal miedoso).

Antes de empezar a gruñir, habrá lanzado decenas de sutiles señales de alarma como girar la cabeza, encogerse, lamerse los labios o, incluso, tumbarse boca arriba en un intento desesperado de finalizar la situación. Entre perros funciona pero, los humanos no estamos acostumbrados a interpretar este tipo de lenguaje y muchos confunden el tumbarse boca arriba con el deseo del perro de ser rascado en la barriga, cuando en realidad trata de trasmitir otro mensaje totalmente diferente: que lo dejen en paz. Entre perros normales es fácil observar cuando uno se pone boca arriba, el otro se aleja del lugar, dando por finalizada la situación.

Cuando se regaña o castiga a un perro por mostrar una conducta que nos parece inadecuada frente a algo que no le gusta o le da miedo, por ejemplo cuando gruñe ante la presencia de una persona u otro animal, podemos estar generando un conflicto, si no entendemos el proceso de aprendizaje que siguen los perros.

Mientras para nosotros, lo lógico es asociar el castigo a la acción cometida, de manera que aprendemos a dejar de repetir esa acción ante el temor de un castigo, los animales funcionan de otra manera.

Es como una escalera de emociones en la que va avanzando hasta dar con el escalón que le reporta el beneficio que busca que es dar por terminada la situación que no le gusta. Por tanto, es habitual que un perro demasiadas veces corregido por gruñir sin poder alejar la causa que le genera aversión, pase a morder inhibiendo las señales de aviso.

 

Crees que sabe que ha hecho algo mal pero tu perro no tiene ni idea….

Seguro que en más de una ocasión has pensado que tu perro se siente culpable porque “sabe que ha hecho algo mal».

Un ejemplo claro es, cuando al regresar a casa, encontramos pises o destrozos. Aunque a ojos humanos, la cara que pone el perro es de arrepentimiento, está muy lejos de ser de culpabilidad pues, realmente, un perro hace «lo que tiene que hacer» y luego pasa a otra cosa.

El perro pone esa cara, no porque relacione el destrozo con su acción sino porque sabe que estás enfadado, y trata de aliviar la situación, pero, realmente, no tiene idea de por qué te has puesto así.

 

Evita los malos rollos….

Si el perro ha hecho algo mal, es porque ha tenido la oportunidad de hacerlo, es decir, porque no hemos estado suficientemente atentos como para evitar el error. Los castigos pueden causar confusión en el perro y reducir su confianza hacia el ser humano. No somos buenos administrando el castigo y nos pasamos de la raya o nos quedamos cortos, además de aplicarlos casi siempre a destiempo. El perro no entiende lo que ocurre y se acostumbra a evitar nuestra presencia para así evitar el castigo.

En lugar de recurrir a la fuerza o a la intimidación, párate y reflexiona porqué el perro ha hecho lo que ha hecho. ¿Acaso hemos dejado cosas valiosas a su alcance? ¿Lo hemos dejado en una situación comprometida sin supervisión antes de enseñarle? ¿De quién es realmente la culpa? En educación, siempre es más rentable trabajar paso a paso y ganarse al animal a través de la coherencia y el respeto.

Lo que se aprende mediante castigo, difícilmente se generaliza en el sentido deseado. Si riñes al animal por descubrir que ha causado un destrozo en casa, el perro no aprende a dejar de hacerlo, sino que aprende a evitar tu presencia para llevar a cabo su comportamiento. La lección que extrae es que nunca debes estar delante, lo que no impide que lo vuelva a repetir en cualquier otro momento que tú no estés.

Procura facilitar las cosas y ayudar a que el perro acierte, en vez de castigar los errores. Él aprenderá antes y ambos disfrutaréis de la experiencia.

 

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