El perro es un animal social por excelencia, además de un gran comunicador. Si nos fijamos bien, es capaz de expresar sus emociones claramente, mediante gestos, actitudes y vocalizaciones. Para una buena convivencia, es necesaria la comunicación y, por tanto la interacción entre persona y animal.
A veces, el equilibrio, se rompe por diversos motivos: hemos tenido un mal día, estamos cansados… pero nuestro perro no lo sabe y espera el momento de ser el protagonista de nuestro tiempo. Si no dejamos atrás el mal rollo, cualquier cosa que haga, nos molesta, nos enfadamos y lo termina pagando el animal.
En estos casos, nuestro perro nos intentará calmar por todos los medios: Caminando lento y/o en círculo, lamiéndose los labios, bostezando…. Si no somos capaces de interpretarlo, estaremos perdiéndonos la oportunidad de comunicarnos con él.
Seguro que habéis tenido más de un mal día, al intentar practicar alguna habilidad nueva con vuestro perro. ¿Cuántas veces eres consciente de que no es el momento, que no estás “fino” y que es mejor dedicarse a otra cosa?….
Nos pasa a nosotros y, en ocasiones, le pasa a nuestro perro. No todos los días son iguales y hay ocasiones en que, precisamente, menos es más y, simplemente un buen paseo relajante, haga maravillas en ambos. Ya dejaremos la sesión de entrenamiento para otro rato que estemos más animados.
Pensando en perro….
Cuando la relación es armoniosa y se establece la necesaria complicidad entre perro y persona, cada uno intentará ajustarse, en la manera de lo posible, a la forma de ser del otro. A nadie nos extraña ver una persona mayor acompañada por un perro joven que, sin haber recibido clases de educación, se comporta correctamente, camina a su lado, ni salta, ni tira de la correa. Simplemente, se han adaptado el uno al otro y disfrutan de su relación.
Palabras y más palabras
En la relación con nuestro perro, abusamos de las palabras demasiadas veces, cuando en realidad, el lenguaje hablado representa una lengua de escasa utilidad para el animal. Cuántas veces te has sorprendido repitiendo aquello de «Toby sienta, sienta, sienta…. que te he dicho que sientes…» Así conseguimos como mucho que el perro aprenda que, sentarse, implica que repitamos la señal cinco veces.
Si estamos iniciando un nuevo ejercicio, es preciso establecer una vía de comunicación entre nosotros, de forma que el perro reciba el mensaje de forma clara e inequívoca.
En definitiva, se trata de influir en la conducta del animal mediante actos o señales y no con tantas palabras. Los perros son mucho más visuales que nosotros y un simple gesto es para ellos mucho más comprensible.
Qué busca tu perro de ti
Tu perro, busca tu referencia y tu guía. Si no somos capaces de encontrar el modo de establecer una relación sólida, basada en el respeto y en el cariño, él buscará en otro lado (Los perros del parque por ejemplo)
Las relaciones entre perro y persona, se basan en el intercambio de afecto pero, también de otras cosas. Si nos fijamos bien, nosotros podemos sentirnos muy a gusto en nuestro puesto de trabajo, pero, si al final de mes no nos pagan, empezaremos a sentirnos defraudados.
En el perro, el intercambio, además de afecto, incluye alimentación y cobijo. Cuando tratamos de enseñarle algo nuevo, solemos recurrir a los refuerzos de comida porque son fáciles y atractivos.
Eso no quiere decir que si enseñamos al perro, usando premios, conseguiremos un animal egoísta que únicamente trabaje en función de la posible recompensa. Las relaciones son mucho más complicadas y el perro puede empezar cogiendo confianza con el bocadito de alimento pero, si el vínculo y la complicidad existen, la comida pronto pasa a un segundo plano y queda reservada para nuevas habilidades. Al fin y al cabo, a todos nos gusta aprender cosas nuevas.
Los refuerzos amables y felicitaciones generan, en todos los seres vivos, un estado emocional positivo que predispone a la cooperación, aumenta la motivación e, incluso, puede cambiar la percepción negativa o de miedo frente a algo.
Por poner un ejemplo, es difícil que un perro se enfrente con éxito la primera vez al ejercicio de pasar por un tubo de agility. Aunque vean el otro lado, el cambio de superficie y la sensación de estar rodeado, causa miedo. Si el animal confía en su propietario, es mucho más rápido que aprenda a enfrentarse a su temor y consiga superarlo. Si reforzamos esa conducta con un premio de comida o una felicitación, estamos generando entusiasmo en nuestro perro para volverlo a intentar.
Este tipo de actitud es esencial cuando queremos generar nuevas conductas apropiadas.
Evitando miedos innecesarios
A un perro con miedo, no hace falta regañarle cuando hace algo que no nos gusta. Es mejor ayudarle desde el principio, sin reforzar los momentos en los que está tenso, y darle nuevas opciones de aprendizaje.
Si por ejemplo, ante la presencia de un perro o persona desconocida, se lanza a ladrar (con o sin tensión en la correa), lo recomendable es dar un paso, o varios, hacia atrás para que gane distancia de seguridad con respecto a lo que lo pone nervioso.
Mirándolo con enfado o gritando solo lo asustamos más. Es preciso sacarlo, en un primer momento de esa situación, pues las emociones, el miedo, tienen coartado el aprendizaje y el perro está totalmente bloqueado. Si no podemos retroceder, lo colocamos a nuestra altura en el lado contrario al otro perro o persona, y avanzamos a toda prisa, en silencio, hasta que pasemos de largo y se rompa el contacto visual.
Si nos enfadamos cuando el perro muestra miedo, se acentúan las reacciones exageradas. La recomendación es trabajar sin alterarnos, ni decirle nada, ni mucho menos tranquilizarlo. Si puedes retroceder, hazlo para que vea que le ayudas. Si no puedes, avanza lo más rápido que puedas, y sácalo de la situación pero no dejes que se quede ladrando al que tiene enfrente, porque se refuerza la reacción y, si hay más perros, crea el efecto eco y todos se pondrán a ladrar.
La otra parte de la lección, consiste en buscar una conducta alternativa a ladrar. Es decir, si ladra cuando ve otro perro delante, lo sacamos de la situación y pasado un momento, te mira sin ladrar, o se sienta tranquilo, podemos premiar con una caricia o golosina en ese momento para que entienda qué esperamos de él. La distancia ha de ser cada vez más corta entre aquello que le da miedo y nosotros.
Más que llegar a regañar por hacer algo mal, se trata de poner medios para evitar que el perro se equivoque (en casa o en la calle) y así nos ahorramos la reprimenda.
Qué hacer si nos atascamos
Seguramente, en más de una ocasión os habrá ocurrido que al intentar algún ejercicio o habilidad nueva, nuestro perro y nosotros mismos, nos «atascamos» y somos incapaces de comunicarnos. Para salir de ese bloqueo, es necesario restablecer la sintonía, pensar en perro, descansar un momento, e intentarlo de nuevo de una forma diferente.
Hay veces que nuestro propio cuerpo resta espacio al perro, para realizar aquello que le estamos pidiendo (por ejemplo cuando pedimos que se tumbe y estamos demasiado cerca de forma que invadimos su espacio).
En esos momentos es preciso pararnos a pensar qué podemos mejorar recuperar el buen rollo, bien dando más espacio o tiempo, para que el perro sea capaz de resolver la situación, dejándole descansar o guiándole mediante un señuelo de comida para alcanzar el éxito.
Lo cierto es que si nos rendimos sin ser autocríticos, tanto guía como perro nos podemos llegar a sentir frustrados y más pereza nos dará volver a intentarlo.
En cambio, si somos capaces de encontrar caminos alternativos para ayudarnos mutuamente, enseguida ambos estaremos dispuestos a seguir practicando y practicando mientras disfrutamos del vínculo que nos une.
Cuando perro y persona, vuelven a comunicarse, es genial verlos absortos y compenetrados en la tarea. Además, si no tenemos nuestro mejor día, siempre nos queda la opción de relajarnos y disfrutar juntos de un paseo estimulante y volver a intentarlo más adelante.