Nosotros no trabajamos 24 horas al día y nuestro perro tampoco debería… No es necesario ni bueno, que nuestro perro esté continuamente activo ofreciéndonos conductas cada vez que le dirigimos la vista o le prestamos una mínima atención.
Los acostumbramos desde pequeños a que se sienten a la mínima que nos ven, antes de salir por la puerta, antes de comer…. Si enseñar a hacer cosas está bien, siempre dentro de unos límites, aprender a desconectar es la mitad necesaria e imprescindible para lograr el equilibrio. Todos disfrutamos de los tiempos de descanso y ellos también lo necesitan. Así los perros dejan de depender continuamente de nuestra presencia y atenciones (que no quiere decir ni mucho menos que dejen de depender de nosotros) y aprenden a estar tranquilos, solos y relajados de forma natural.
Como no podemos estar todo el día en “modo trabajo” conviene marcar claramente los inicios y finales en cada sesión de entrenamiento, bien a través de señales verbales o gestuales o cambiando la actividad a otra que les permita liberarse, por ejemplo el juego que, bien utilizado, supone una herramienta poderosísima y a través de la cual, fomentamos además la complicidad y el vínculo con nuestro perro.
Un perro que discrimina el trabajo del descanso se siente más seguro y feliz. Los momentos de trabajo exigen concentración pero los descansos le permite interactuar con el medio, con otros perros y otras personas como ser social que es fomentando el necesario equilibrio físico y psicológico. Incluso los perros muy enérgicos que adoran trabajar, agradecen desconectar al finalizar pues les da la posibilidad de quedarse con ganas de más al cambiar de actividad y prepararse para la siguiente con renovadas energías.
La influencia que tenemos sobre nuestros perros es enorme y por eso ha de saberse usar con prudencia y respeto, ofreciendo confianza para que el perro pueda evolucionar, empezando siempre en lugares seguros, dando tiempo al animal para que “piense” y ofrezca lo mejor de sí mismo. En los juegos de llamada, se ve claramente. Muchos propietarios llaman enseguida a su animal (aún en recintos cerrados), no se atreven a perderlo de vista, que se aleje demasiado o que se entretenga con un rastro… Piensan que el perro, para parecer educado, ha de estar a su lado constantemente.
Un perro equilibrado y bien entrenado se puede ir lejísimos, aparentemente fuera del alcance de nuestra llamada, olerá, explorará, buscará y seguirá rastros pero, si el trabajo ha sido consistente y coherente respetando los tiempos del animal, volverá a la señal sin dudarlo pues está unido a nosotros y sabe que podrá irse nuevamente al atender a nuestra voz.
Cuando la relación es armoniosa y se establece la necesaria complicidad entre perro y persona, cada uno intentará ajustarse, en la manera de lo posible, a la forma de ser del otro y de ambos depende disfrutar de cada paso del proceso.