Si acabáis de incorporar un cachorro a la familia, es recomendable implicar a los niños, en la medida de lo posible, en los cuidados diarios del animal (cepillado, comida, agua e incluso paseos con los adultos), de forma que valoren adecuadamente la responsabilidad que implica compartir nuestra vida con un perro.
Es importante recordar que los animales no son juguetes, que no deben regalarse, aceptarse, adoptarse o comprarse sin el consentimiento de toda la familia. Los niños deben ser conscientes del compromiso que se adquiere y hacerles entender que en algunos casos, se hace preciso retrasar el momento de incorporar un perro a la familia.
La educación del cachorro empieza desde el mismo momento en que entra en casa por lo que, debemos ser constantes en las rutinas de alimentación, paseo, descanso y juego y hacer partícipe a nuestro hijo de todo el proceso.
A favor debo decir que compartir nuestra vida con un animal resulta enriquecedor. A los niños pequeños, les beneficia en muchísimos aspectos, convivir con animales. A través de ellos aprenden valores como el respeto, la responsabilidad y la empatía.
Los perros bien educados pueden convertirse en excelentes compañeros para los niños. El amor y el respeto por los perros es algo que los padres pueden inculcar en sus hijos de forma divertida y amable. Los perros son seres vivos con su propio carácter, gustos y tolerancias y está en mano de todos que la relación entre ellos y nuestros niños sean lo más favorables y enriquecedoras. Con respeto, ganamos todos.
Necesidades del cachorro y el papel de los niños de la casa
Un cachorro en casa es como un niño pequeño (aunque por supuesto no debemos perder de vista su naturaleza animal y sus requisitos para que la convivencia sea óptia desde el principio). Necesita atención y supervisión continua. Es recomendable reservarnos unos días de vacaciones, antes de volver al trabajo o las clases, para poder atender al pequeño durante su adaptación.
El niño puede colaborar en esa tarea aportando al cachorro la máxima tranquilidad, mucho cariño, comprensión, espacio vital y libertad para investigar su nuevo entorno y acostumbrarse a él.
También es importante respetar el sueño del cachorro y permitir que descanse todas las horas que necesite. El sueño ayuda a recuperarse de las actividades diarias y debemos respetarlo.
Descubriendo juntos el mundo
El cachorro es un libro en blanco. Sabe aún muy poco del mundo que le rodea y el niño puede colaborar en la tarea de enseñarle a descubrirlo. Más que educar, se trata de ayudarlo a comportarse bien (acudir a la llamada, no subirse a nuestras piernas, no mordisquear manos…) y se puede hacer de forma lúdica a través del juego como veremos más adelante.
Aprendiendo a identificar el lenguaje del cachorro
Una buena comunicación es clave: En este punto es importante conocer el lenguaje de los perros. Comprender las señales verbales y corporales de tu cachorro os ahorrará a ambos muchos malentendidos. Los perros nos hablan fundamentalmente a través de su lenguaje corporal mientras que nosotros, en demasiadas ocasiones, obviamos estas señales y abusamos de las palabras. Para empezar a entender al cachorro, debemos aprender a «leerlo». La postura y el movimiento de su cuerpo, cómo nos observa, la posición de orejas, cola, etc…, nos dará una idea de cómo se siente tu perro ante diferentes situaciones y cómo puedes ayudarlo en cada una. Los niños tienen una facilidad innata para esta tarea y ambos disfrutarán de la aventura de crecer juntos si está basada en una buena comunicación.
Los perros utilizan un enorme repertorio de señales para calmar situaciones y expresar un amplio abanico de emociones, ya sea entre ellos o con nosotros. Se trata de las llamadas señales de calma que sirven para vivir pacíficamente, evitar conflictos y mitigar o prevenir que ocurra algo, evitar las amenazas de personas o de otros perros, reducir el miedo o el nerviosismo asociado a acontecimientos indeseados y para tranquilizarse uno a otro.
Existen más de 30 señales de calma. Algunas de estas señales son usadas por la mayoría de los perros, algunos de forma más clara que otros.
Las más comunes son:
• Bostezar
• Lamerse el hocico
• Dar la espalda
• Girar la cabeza
• Olisquear el suelo
• Inmovilizarse
• Andar despacio
• Interponerse
• Sentarse / echarse
• Dar un rodeo
• Mover la cola
• … y muchas mas
Ser educado con nuestros perros es la forma más inteligente de evitar conflictos. Es nuestra responsabilidad conocer y enseñar a nuestros hijos las principales señales de comunicación utilizadas por nuestros perros, aprender a reconocerlas e identificarlas cuando aparecen. Necesitamos aprender a interpretar el lenguaje de los perros para poder entenderlos, puesto que la comunicación es la base de una convivencia feliz.
Esos dientes que todo lo muerden….
Tal y como los niños pequeños usan las manos para descubrir el mundo, los cachorros mordisquean todo para investigarlo. Recaban información agarrando aquello que encuentran a mano, zarandeando, tirando de juguetes y cualquier cosa que se ponga a su alcance… Todo lo anterior son conductas totalmente normales en el perro pero, pueden convertirse en algo molesto, sobre todo cuando juega a mordisquearnos a nosotros o a los niños como si fueran hermanos de camada. Es recomendable enseñarle al cachorro desde pequeño qué objetos están permitidos (sus juguetes) y cuales no y, para ello, lo mejor cuando iniciamos la educación del animal, es mantener a buen recaudo las cosas de valor y no jugar con las manos enseñando a los niños a mantener la pauta para evitar confusiones en el cachorro.
Ante cualquier intento de mordisquear las manos o cualquier otra cosa de valor que, por despiste, hayamos dejado a su alcance, lo mejor es que el niño sepa redirigir la conducta del cachorro hacia otras permitidas construyendo un comportamiento alternativo al que nos desagrada.
Niños y perros se aportan tranquilidad
Por extraño que nos suene, un cachorro cansado, se comporta como un niño cansado: Ambos aumentan la intensidad de la actividad que se vuelve, incluso insoportable y molesta. En estos casos, debemos detener inmediatamente lo que estemos haciendo y ayudarlos a recuperar la calma antes de que se desate la histeria.
Si el niño y el cachorro llevan mucho rato jugando de forma dinámica (correr, perseguir la pelota….), quizá es el momento de proponer una actividad alternativa más relajada como juegos de busca o de olfateo que permiten concentrar la atención en un objetivo concreto.
Otra forma de relajar al cachorro es usando juguetes adecuados como premios de comida para morder o masticar durante largos ratos, nudos o juguetes de caucho que proporcionan horas de diversión y cierta paz cuando empiezan a apuntar los dientes definitivos (en torno a los tres y medio o cuatro meses de edad). Además, este tipo de actividad sirve durante toda la vida del animal como forma de descargar energía y ayudarle a relajarse.
Jugando con seguridad
Los niños pueden jugar de forma divertida con los perros. Podemos educar y entretener a la vez, ya que ambos aprenden practicando..
El juego estimula la actividad mental tanto del animal como del niño y es una forma increíble de motivarlos. Mientras juegan, se establece un vínculo especial entre ellos y, dar a los niños la responsabilidad de llevar el peso de la preparación de la actividad, es una forma estupenda de motivarlo y concentrarlo en un objetivo.
No debemos perder de vista que los perros juegan fundamentalmente con patas, boca y cuerpo pero también tenemos que enseñarles a jugar de otra forma diferente cuando lo hacen con nosotros y muy especialmente cuando lo hacen con nuestros hijos. Por eso es preciso participar en todo momento del juego, para que todo discurra en calma.
Para disfrutar del tiempo libre, os proponemos una serie de actividades que, supervisadas por los adultos, pueden convertir las jornadas de otoño, en algo divertido para toda la familia.
Olfateo y busca
Los perros están acostumbrados a buscar el alimento. De hecho, trabajar para conseguirlo, es una buena terapia ocupacional para el perro. Los niños de casa, pueden hacerse cargo de esa sencilla tarea, escondiendo la ración de pienso en rincones de la cocina o incluso rellenando los juguetes dispensadores de comida (tipo Kong) para fomentar que el perro «cace» su alimento. Seguro que ambos pasan un rato divertido.
Enseñando a traer objetos
Este juego es para los perros que adoran traer cosas. Muchos jugamos con nuestros perros así, pero no somos conscientes del potencial que tiene esta conducta y de la cantidad de objetos que podemos enseñar a portar a nuestro perro.
Para este juego han de participar un adulto, el niño y el perro y se deben colocar todos al fondo del pasillo de la casa (mejor si es largo). El niño arrojará una pelota o juguete al otro lado del pasillo. (Si la pelota tiene cuerda para transportar, no rebotará tanto y el juego será más seguro para los adornos de la casa y evitará que el animal resbale por el pasillo a la caza de la pelota saltarina).
Mientras tanto, el perro estará a cargo del adulto que lo ayudará a estar tranquilo. A la voz del niño, el perro puede ir a buscar el juguete y devolverlo.
Este ejercicio es una buena forma de introducir y practicar la señal de «quieto» con el perro, además de enseñar a discriminar palabras como «pelota», «nudo», «juguete». No os imagináis la cantidad de palabras que es capaz de diferenciar un perro hasta que no nos ponemos a la tarea en serio.
Jugando al escondite
Un juego conocido y divertido es el del escondite. Para practicarlo, además del perro, son precisos otros dos participantes (un adulto y un niño, por ejemplo). La dinámica de esta actividad fomenta el desarrollo del oído, el olfato y la concentración del animal y la asunción de responsabilidad por parte del niño.
Una de las personas (la primera vez suelo recomendar que sea el adulto), se esconde y la otra, el niño, se queda junto al perro y le marca de manera verbal las pautas que debe seguir: «busca a», «encuentra», «¿dónde está?». Para llegar a este punto, suele ser recomendable haber trabajado, previamente, con el animal y el niño, el uso de las señales básicas de obediencia como «ven», «sienta»… etc. de forma que el perro esté familiarizado con la voz del menor.
La persona que está escondida puede llamar al perro por su nombre para que acuda a buscarle y, cuando el animal le encuentre, le felicitará y premiará con su juguete preferido o con una chuchería.
Este juego es apto para toda la familia, aunque los niños y los perros serán quienes más se divertirán al practicarlo. Los roles pueden cambiarse después de dos o tres repeticiones y, en ese momento, el menor será el que se esconda para que el perro le busque. Es preciso enseñar al niño a entregar los premios de comida de una forma segura y supervisar en todo momento el grado de excitación del perro.
Con el juego del escondite se potencia la capacidad de búsqueda del perro a través del olfato, así como su obediencia a órdenes sencillas, tales como «busca».
Más opciones…..
Otra opción sencilla es jugar con una caja de cartón. Preparamos una caja de cartón o caja de ordenación de plástico, lo suficientemente grande para que el perro pueda meter la cabeza e incluso las patas delanteras. Si cabe entero, mejor que mejor…
En el caso de la caja de cartón, cortamos las solapas para evitar que nuestro perro se lastime al entrar y salir de ella. A continuación, el niño se encargará de rellenarla con bolas de papel de periódico. Luego lanzará dentro, unos pequeños trozos de salchicha. El juego empieza a la voz de «busca».
Con algo tan sencillo tenéis un juego de busca casero y de interior. Si lo queréis complicar, puedes pedir al niño que esconda la comida dentro de las bolas de papel.
Si lo quieres complicar aún más, puedes añadirle varios rollos de papel higiénico con los bordes metidos hacia dentro, con los trozos de comida dentro.
Muchos objetos de casa, se pueden convertir en juguetes interactivos para nuestros perros. Solo necesitas un poco de imaginación. Tras el juego, perros y niños estarán relajados y felices y el vínculo que se crea entre ellos es aún más fuerte, si cabe.
Que puede aportar el perro al niño
Hasta ahora nos hemos centrado en la relación entre perros y niños pero, ¿Qué aporta realmente la convivencia entre ambos? Diversos estudios realizados a lo largo de estos años coinciden en las múltiples ventajas que aporta al desarrollo de un niño crecer con animales, tanto en sus habilidades sociales como en su salud en general.
El cuidado de un cachorro educa en el respeto y la responsabilidad
El cachorro requiere de una serie de cuidados como el paseo, la alimentación, el cepillado o la limpieza, que pueden ser realizados por los niños (bajo la supervisión de un adulto). De este modo, de forma indirecta el cachorro pasa a depender del niño que debe hacerse responsable de cada tarea ya que, de su compromiso, depende el bienestar del perro.
Se convierten en los mejores amigos y confidentes
Los niños hablan con sus perros, les cuentan sus anécdotas (incluso sus preocupaciones), les leen y hasta repasan con ellos la lección. Los perros siempre escuchan sin juzgar y con la misma cara de adoración-atención. A muchos niños les puede costar más o menos sincerarse con un adulto u otro niño pero, cuando se trata de su perro, no hay secretos.
Favorecen el desarrollo emocional, mejoran las habilidades sociales y fomentan la autoestima
Si los adultos somos conscientes de los beneficios que nos aporta un perro, los niños tampoco están exentos de ellos pues, un perro es una oportunidad de crecer, de hacer de cuidador y profesor, de educar desde el respeto y de responsabilizarse del bienestar del animal. Educar un cachorro es un reto diario que fomenta el desarrollo de la imaginación, la “negociación” y la resolución de problemas para “darle la vuelta” a las situaciones. Todo esto contribuye a desarrollar la empatía y las aptitudes sociales.
Ello mejora la autoestima del menor, que se siente más preparado para abordar otro tipo de retos sociales, tanto con el resto de niños, como con los adultos.
Se convierten en los mejores compañeros de juegos
Como hemos visto antes, un perro es un compañero casi infatigable de juegos lo que convierte la actividad en oportunidad de interacción social y de ejercicio físico y mental ya que el niño debe adaptarse a las necesidades de su perro.
Además de las anteriores ventajas que redundan en adultos más responsables y respetuosos, hay estudios recientes que nos hablan además de ventajas relacionadas con la salud.
Crecer con un perro favorece el desarrollo de un sistema inmunitario más fuerte
Este hecho está directamente relacionado a una mayor exposición a diferentes tipos de ambientes y a la presencia de bacterias. Esto no quiere decir que debamos permitir que el niño esté metido en barro todo el día pero si es cierto que al estar expuesto, de forma gradual, el sistema inmunitario aprende a defenderse.
Los perros dan lecciones de vida
Es triste pero es normal que el niño, con el paso de los años, sobreviva al cachorro aprendiendo de forma natural a asumir el dolor y superar el duelo por la pérdida.
Niños y perros tienen sentimientos…..
Los perros, al igual que los niños, también sienten, quizá no de la misma forma el ser humano pero, ha quedado patente que ambas especies contamos con las mismas estructuras, las mismas hormonas y experimentan los mismos cambios químicos que nosotros durante las diferentes emociones.
Las investigaciones recientes sugieren que la mente de un perro equivale a la de un niño de unos dos años y medio. A esa edad, los niños tienen emociones, aunque no las han desarrollado todas y parece claro que, los perros, del mismo modo, son capaces de sentir las mismas emociones básicas como afecto, felicidad, tristeza, miedo, sorpresa, timidez, desconfianza, aversión, alegría, angustia, excitación… pero no son capaces de procesar las emociones sociales complejas como culpabilidad, orgullo o vergüenza.
Resumiendo….
La relación y el vínculo entre perros y niños a temprana edad, bien correspondido y canalizado, es para toda la vida y hace que, nuestros niños al crecer, sean adultos respetuosos, responsables y con mejores sentimientos.
Convivir con un perro garantiza muchos momentos de diversión aunque también implica una enorme responsabilidad y una oportunidad para educar a los niños en el respeto y la tolerancia. Van a disfrutar de un compañero fiel, encantado de recibirlos moviendo alegremente el rabito a la vuelta a casa, de acompañarlos en largos paseos y excursiones, de hacerlos reír cada vez que aprenda algo nuevo y de hacerlos sentir el centro del universo para su perro. Debéis enseñar al niño a corresponder a su perro, siendo un buen referente y aportándole la seguridad y confianza que se merece.